“¡Todos a abrocharse el cinturón!”, ordena Bautista (3) no bien sube al auto de su padre. El auto arranca y ante el primer semáforo en rojo dirá: “Hay que detenerse hasta que la luz se ponga verde”. Poco después, caminando de la mano de su mamá dirá que hay que cruzar la calle sobre la senda peatonal y que hay que arrojar los papeles de caramelo en el cesto de basura. La familia de Bautista sonríe ante estos conocimientos que fomentan en él una buena actitud ciudadana. “Los padres tienen que tener flexibilidad para permitir a los chicos que les enseñen algo que no saben, pero también tienen que tener muy claras las jerarquías. El chico necesita que el adulto mantenga su lugar de referente”, asegura Julieta Tojeiro, psicopedagoga y coordinadora del área de niños de Hémera. Y sigue diciendo: “Está bueno incorporar en lo cotidiano las enseñanzas que dan los chicos en la educación vial como, por ejemplo, cruzar la calle sobre la senda peatonal”.
Por otra parte, señala: “Si bien el padre es el que pone las reglas y el protector, que el chico sepa más que el padre en algún aspecto, no quiere decir que sepa más de todo. Hay que dejarles claro que uno puede aprender de ellos pero que siempre es el adulto el que sabe más”. Por último, Tojeiro aclara: “Correrse del lugar de padres puede ser riesgoso porque los hijos quedan desprotegidos. El adulto debe darles seguridad, guiarlos y marcarles el camino. Si se borran los límites, se empeora la comunicación y genera inseguridad”. El desafío de hoy, entonces, es adaptarse a los tiempos que corren, ser flexibles a los cambios que nos plantean nuestros hijos sin perder de vista que nosotros seguimos ejerciendo el rol de padres.
martes, 1 de septiembre de 2009
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