Confirmado: el cerebro lanza un alerta para no cometer dos veces el mismo error
lunes 3 de septiembre, 10:39 AM Por Vanina Redond
Más allá del dicho común, aquél que indica que el hombre (¿y la mujer?) es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, lo cierto es que, golpe a golpe y complicación tras complicación, las personas van aprendiendo de sus errores desde chiquitas.
Hasta hoy, la intuición y la experiencia hacían ver a cada quien que de sus fallas puede sacar algúnprovecho, y que de la frustración de equivocarse es factible obtener uno que otro conocimiento nuevo. Sin embargo, ahora es la ciencia la que, de la mano de la tecnología, demuestra que el cerebro se da cuenta inclusive de que alguien va a cometer un traspié, aún antes de que sea conciente de ello.
Un grupo de psicólogos de la Universidad de Exeter encontró que una “señal de aviso temprana” del cerebro se activa tan sólo 0,1 segundos después de que ocurra algo que, en el pasado, indujo a alguien a cometer un error. Lo sorprendente de este hallazgo no es que se aprenda de antiguos deslices, ya que los científicos saben desde hace tiempo que las personas incorporan nuevas herramientas a partir de los errores.
Este estudio publicado en el “Journal of Cognitive Neuroscience” descubrió la increíble velocidad con la cual el cerebro responde y evita que volvamos a caer en la misma trampa. El equipo de científicos pudo detectar este mecanismo gracias a la técnica de registros electrofisiológicos, que detecta la actividad cerebral en el mismo momento en que ocurre, mediante 58 electrodos ubicados en distintos lugares de la cabeza.
Esta tecnología se usó con voluntarios que debían aprovechar la información disponible para tomar decisiones frente a una computadora. Como constantemente se les ofrecían nuevos datos, ellos se daban cuenta de sus errores y evitaban repetirlos. Se observó que ni bien una persona veía el objeto que lo había inducido a un error, se activaba la zona baja de la región temporal del cerebro aún antes de que el individuo tomara conciencia de esta situación.
Este mecanismo permite que las personas se den cuenta rápidamente de que están a punto de cometer dos veces la misma falla para, de esta manera, evitar hacerlo. Los autores de la investigación explicaron que esta señal puede ser útil en muchas situaciones diferentes, y que siempre se relaciona con la posibilidad de aprender del pasado y corregir el rumbo. Ahora, las personas pueden estar seguras de que el dicho popular es real, y de que sí se aprende más de los errores que de los éxitos.
O aquél otro que afirma que más sabe el diablo por viejo, que por diablo. De esto hay que darle gracias a varios factores, entre ellos los extraños mecanismos que funcionan dentro del cerebro sin que nadie llegue a darse cuenta de ellos. Algunas especies animales aprenden de sus rivales Los seres humanos no son los únicos seres del planeta que pueden aprender de sus fallas. Los animales domésticos y salvajes cuentan con esta capacidad y muchas veces dependen de ella para sobrevivir. Un descubrimiento reciente es que así como las personas aprenden de sus errores, ciertos animales incorporan nuevas conductas observando a aquellas especies que compiten en el mismo medio, es decir a sus rivales.
Para llegar a esta conclusión, dos científicos de la Universidad de Jyväskylä, Finlandia, Janne-Tuomas Seppänen y Jukka T. Forsman, diseñaron un experimento de campo para analizar cómo eligen las hembras de un ave migrante conocida como papamoscas el sitio donde poner sus huevos y cuidar a sus crías. Tras meses de trabajo y observación, los autores del estudio notaron que los papamoscas que llegaban al bosque con el cambio de estación elegían donde armar sus nidos en base a las preferencias de las aves que residían constantemente en el lugar.
Dicho de otra manera, los papamoscas aprovecharon los conocimientos de las especies que ya conocían el bosque para elegir el mejor sitio donde criar a sus pichones. Los científicos sugirieron en su estudio que este aprendizaje social ocurre de manera espontánea en la naturaleza. Creen que constituye una estrategia de adaptación al medio que tiene influencia en la ecología del lugar y, a largo plazo, en la evolución. En una entrevista por mail con Saludyciencias.com, Seppänen explicó que este tipo de comportamiento fue investigado pocas veces y con animales en cautiverio. “Hasta donde nosotros sabemos, este fue el primer experimento donde se estudió esta forma de aprendizaje social en el hábitat de los animales estudiados. Sin embargo, creemos que este hábito de observar a otras especies antes de tomar una decisión podría ser bastante frecuente en una amplia variedad de animales, incluyendo mamíferos, aves, peces, anfibios e incluso insectos.”
Esta capacidad recibe el nombre de aprendizaje social interespecífico y cumple la función de proveer información que permite aprovechar mejor las ventajas de un nicho ecológico. Según el estudio, este tipo de interacción entre las especies puede llevar a que compitan por un mismo recurso o, por el contrario, a la convergencia entre ambas. “Todavía no sabemos cuán importante es esta capacidad para la evolución. Sin embargo, parecería que si el comportamiento puede ser transferido de una especie a otra, la forma de adaptarse a nuevas condiciones puede ser más compleja de lo que imaginamos previamente. Como un aumento en la semejanza del comportamiento puede afectar la ecología para ambas especies, los procesos co-evolucionarios también son posibles”, explicó Seppänen.
Al referirse al uso que el hombre podría haber hecho de esta capacidad a lo largo de la evolución, Seppänen explicó a Saludyciencias.com que el aprendizaje social es mucho más complejo en el hombre. “Pero uno nunca sabe –arriesgó–. Nuestra tendencia a humanizar a los animales en los cuentos o el hábito de interpretar el comportamiento de nuestras mascotas como si fueran personas quizás refleje una tradición ancestral destinada a facilitar la copia de sus comportamientos”.
lunes 3 de septiembre, 10:39 AM Por Vanina Redond
Más allá del dicho común, aquél que indica que el hombre (¿y la mujer?) es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, lo cierto es que, golpe a golpe y complicación tras complicación, las personas van aprendiendo de sus errores desde chiquitas.
Hasta hoy, la intuición y la experiencia hacían ver a cada quien que de sus fallas puede sacar algúnprovecho, y que de la frustración de equivocarse es factible obtener uno que otro conocimiento nuevo. Sin embargo, ahora es la ciencia la que, de la mano de la tecnología, demuestra que el cerebro se da cuenta inclusive de que alguien va a cometer un traspié, aún antes de que sea conciente de ello.
Un grupo de psicólogos de la Universidad de Exeter encontró que una “señal de aviso temprana” del cerebro se activa tan sólo 0,1 segundos después de que ocurra algo que, en el pasado, indujo a alguien a cometer un error. Lo sorprendente de este hallazgo no es que se aprenda de antiguos deslices, ya que los científicos saben desde hace tiempo que las personas incorporan nuevas herramientas a partir de los errores.
Este estudio publicado en el “Journal of Cognitive Neuroscience” descubrió la increíble velocidad con la cual el cerebro responde y evita que volvamos a caer en la misma trampa. El equipo de científicos pudo detectar este mecanismo gracias a la técnica de registros electrofisiológicos, que detecta la actividad cerebral en el mismo momento en que ocurre, mediante 58 electrodos ubicados en distintos lugares de la cabeza.
Esta tecnología se usó con voluntarios que debían aprovechar la información disponible para tomar decisiones frente a una computadora. Como constantemente se les ofrecían nuevos datos, ellos se daban cuenta de sus errores y evitaban repetirlos. Se observó que ni bien una persona veía el objeto que lo había inducido a un error, se activaba la zona baja de la región temporal del cerebro aún antes de que el individuo tomara conciencia de esta situación.
Este mecanismo permite que las personas se den cuenta rápidamente de que están a punto de cometer dos veces la misma falla para, de esta manera, evitar hacerlo. Los autores de la investigación explicaron que esta señal puede ser útil en muchas situaciones diferentes, y que siempre se relaciona con la posibilidad de aprender del pasado y corregir el rumbo. Ahora, las personas pueden estar seguras de que el dicho popular es real, y de que sí se aprende más de los errores que de los éxitos.
O aquél otro que afirma que más sabe el diablo por viejo, que por diablo. De esto hay que darle gracias a varios factores, entre ellos los extraños mecanismos que funcionan dentro del cerebro sin que nadie llegue a darse cuenta de ellos. Algunas especies animales aprenden de sus rivales Los seres humanos no son los únicos seres del planeta que pueden aprender de sus fallas. Los animales domésticos y salvajes cuentan con esta capacidad y muchas veces dependen de ella para sobrevivir. Un descubrimiento reciente es que así como las personas aprenden de sus errores, ciertos animales incorporan nuevas conductas observando a aquellas especies que compiten en el mismo medio, es decir a sus rivales.
Para llegar a esta conclusión, dos científicos de la Universidad de Jyväskylä, Finlandia, Janne-Tuomas Seppänen y Jukka T. Forsman, diseñaron un experimento de campo para analizar cómo eligen las hembras de un ave migrante conocida como papamoscas el sitio donde poner sus huevos y cuidar a sus crías. Tras meses de trabajo y observación, los autores del estudio notaron que los papamoscas que llegaban al bosque con el cambio de estación elegían donde armar sus nidos en base a las preferencias de las aves que residían constantemente en el lugar.
Dicho de otra manera, los papamoscas aprovecharon los conocimientos de las especies que ya conocían el bosque para elegir el mejor sitio donde criar a sus pichones. Los científicos sugirieron en su estudio que este aprendizaje social ocurre de manera espontánea en la naturaleza. Creen que constituye una estrategia de adaptación al medio que tiene influencia en la ecología del lugar y, a largo plazo, en la evolución. En una entrevista por mail con Saludyciencias.com, Seppänen explicó que este tipo de comportamiento fue investigado pocas veces y con animales en cautiverio. “Hasta donde nosotros sabemos, este fue el primer experimento donde se estudió esta forma de aprendizaje social en el hábitat de los animales estudiados. Sin embargo, creemos que este hábito de observar a otras especies antes de tomar una decisión podría ser bastante frecuente en una amplia variedad de animales, incluyendo mamíferos, aves, peces, anfibios e incluso insectos.”
Esta capacidad recibe el nombre de aprendizaje social interespecífico y cumple la función de proveer información que permite aprovechar mejor las ventajas de un nicho ecológico. Según el estudio, este tipo de interacción entre las especies puede llevar a que compitan por un mismo recurso o, por el contrario, a la convergencia entre ambas. “Todavía no sabemos cuán importante es esta capacidad para la evolución. Sin embargo, parecería que si el comportamiento puede ser transferido de una especie a otra, la forma de adaptarse a nuevas condiciones puede ser más compleja de lo que imaginamos previamente. Como un aumento en la semejanza del comportamiento puede afectar la ecología para ambas especies, los procesos co-evolucionarios también son posibles”, explicó Seppänen.
Al referirse al uso que el hombre podría haber hecho de esta capacidad a lo largo de la evolución, Seppänen explicó a Saludyciencias.com que el aprendizaje social es mucho más complejo en el hombre. “Pero uno nunca sabe –arriesgó–. Nuestra tendencia a humanizar a los animales en los cuentos o el hábito de interpretar el comportamiento de nuestras mascotas como si fueran personas quizás refleje una tradición ancestral destinada a facilitar la copia de sus comportamientos”.
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